Entré en la habitación y encendí la luz, para mi sorpresa Luis estaba en la cama, recostado de una forma que era inevitable desearlo, sonrió como sólo él podía hacerlo y hacerme sentir que me derretía. Hizo ademán de querer que me colocase a su lado, en ese momento recordé la noche anterior, en la cual había soñado con un momento similar. Estaba haciendo un enorme esfuerzo por no lanzarme sobre él y besarlo, pues en ese momento era lo único que deseaba, pero de pronto vinieron a mi mente la cara de mis padres si se enterasen de lo que sucedía, cambié completamente el semblante y recuperé la cordura.
- ¿Qué haces aquí? - mi voz apenas era un susurro.
- Esperando a mi Venus - dijo también en un susurro, ampliando su sonrisa perfecta.
- No es un buen momento - me mordí el labio, no podía soportar aquella escena.
- Estaba en mi casa, y no podía dejar de pensar en el placer que vos me provocás - su voz me puso aún peor. - Sos mi musa, vuestros besos mi único alimento, mejor dicho mi droga.
- No insistas, hoy no puedo... - Antes de que terminase de hablar lo tenía a unos escasos quince centímetros de mí.
Me tomó por los hombros para alinearnos y quedar frente a frente. Beso mi mejilla, cerré los ojos, rezando por que aquél momento no terminase nunca. Aferró su mano derecha a mi cintura y me tomó el mentón con la izquierda. Su contacto me hacía sentir protegida, no me quería separar de él. Mis labios besaron primero sus ojos, después su nariz y finalmente tocaron el borde de su labio superior, él se quedó completamente inmóvil por un momento, hasta que comenzó acariciar mi espalda y cintura, resultaba demasiado hermoso contemplarlo. Estaba sumida en mis pensamientos, cuando de pronto me apartó con rapidez y me cargó con firmeza, rapidez y mucha delicadeza me mantuvo en sus brazos por largo rato, ambos nos contemplábamos y suspirábamos de vez en cuando. Me acercó hacia él y me besó la frente, yo en cambio no podía más y comencé a besarle el cuello suavemente, mientras él caminaba hacia mi cama y me colocaba sobre ella, al mismo tiempo que él volvía a recostarse esta vez junto a mí. Me comenzó a acariciar el cabello y yo lo continué besando hasta que él me apartó de golpe.
- Si vos continuás no podré parar - me dijo con voz firme pero muy dulcemente.
- ¿Quién dijo que quiero que pares? - apenas terminé de hablar y le desabotoné la camisa.
Él me besó, por primera vez en la noche, en los labios, no fue un beso como cualquiera que hubiesemos tenido, esta vez ese beso significaba mucho para ambos.
- ¿Estás segura de estár lista? - dejó de besarme y me susurró al oído.
- ¿Puedes pasar la noche aquí conmigo? Sólo quiero abrazarte y besarte.
Su respuesta fue un cálido y tierno beso.
Continuamos besándonos durante largo rato, cada beso me demostraba cuánto me quería, después de un rato me abrazó contra su pecho, me acarició y me tarareó una canción hasta que me quedé dormida.
Al día siguiente me desperté y él se había marchado, en su lugar había dejado un tulipán y un papel que decía: "La noche de ayer ha sido la mejor, te amo mi Venus".
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